Una última
bocanada.
Hablar de la lengua que visten
los juncos y los sauces.
Pero ocurre que, mientras yo tecleo estas líneas,
mi abuelo
se está muriendo.
Ocurre,
me digo,
que la vida se apaga.
Mientras yo busco el modo de cumplir con las palabras
alguien en el hospital está a punto de morirse.
Alguien que nunca supo articular una palabra de
agradecimiento. Que nunca supo querer. Nunca dejó que le quisieran. Cómo de
quebrados han de estar los hilos para destejerse de ese modo.
La luz es incapaz de atravesar una roca quebrada.
Padre,
no permitiré que la historia repita su desgracia.
Tú no serás nunca su imagen.
Te doy mi palabra y repito como un cántico:
el lenguaje es importante
para que jamás lleguen a formarse estos vacíos en la
carne.)
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